"Ayudemos a la infancia, a los grupos vulnerables, a los colectivos desprotegidos en riesgo de exclusión".
Que bonitas son todas estas palabras de supuesta ayuda y que bien quedan en las propagandas políticas e ideológicas, y es que todo es según el color del cristal con que se mire, es verdad. Ese color que lo dictamina y discrimina todo, ese color con el que te tintan el alma desde muy pequeña y el color que marcará tu existencia...y tu diferencia con los demás.
Pero poco de todos estos activismos postureros, ideologizados y politizados tiene que ver con como nos sentimos muchas de las personas que formamos o hemos formado parte de estos colectivos diversos vulnerables, desprotegidos, en riesgo de exclusión y lo peor, en completa invisibilidad por los siglos de los siglos. Son palabras que suelen estar dichas desde los privilegios. Y no, cuando digo privilegios no me refiero a los económicos. Me refiero al privilegio de una estabilidad y de un crecimiento personal sano, de una pertenencia e integración en un grupo social, a unas mínimamente relaciones familiares, a una situación laboral que aunque no te haga millonario te haga sentir más o menos seguro, realizado y cubra tus necesidades económicas. Es entonces, en toda esta bonanza de situaciones, cuando el buenismo es más fácil y fluido y los positivismos existenciales emanan con más facilidad en las conversaciones de sobremesa, en las redes sociales o en esos congresos y jornadas que tanto gustan de celebrar.
Las muchas personas que integramos o hemos integrado estos diversos colectivos vulnerables vemos año tras año como pasa la vida, nuestra vida, entre luchas e impotencia, rezagadas y escondidas en un segundo y tercer plano de la escena social. Preocupadas durante años por si molestamos mucho con nuestras miserias, nuestros gritos pidiendo ayuda o nuestras circunstancias que incomodan al resto. Si, circunstancias repletas de dolor para uno mismo, pero muy lucrativas (y no solo a nivel económico) para muchos otros. Impotencia al ver como hablan de ti pero utilizándote a ti, sin dirigirse a ti de manera sincera y honesta, coherente y solucionadora.
Somos peones en un gran tablero de ajedrez en el que las piezas mayores nos intentan comer mientras hablan, ideológica y políticamente, y observan con atención como nos agotamos intentando desesperadamente buscar una salida.
Hoy hace justo un año estaba hablando como ponente en unas jornadas en Cáceres y después otras dos veces en Madrid. Hablaba de mi testimonio como superviviente de abusos sexuales en mi infancia, como superviviente de mucho. Hablar para nada, en un saco roto baldío e invisible por no estar al servicio ni de lo político ni de lo ideológico, por hablar desde el corazón. He estado catorce largos años haciéndolo públicamente de manera virtual, haciendo mi propio activismo con mi propio testimonio. El regusto amargo que tengo a día de hoy, después de estos casi quince años de desnudar mi alma detrás de la pantalla de un ordenador, es considerable. Catorce años en los que he visto como el mundo no se ha parado ni a escucharme ni mucho menos a actuar. Un mundo que no ha tenido en cuenta nada de lo que he dicho. Me hicieron creer que valía para algo el exprimir y reflexionar sobre mi testimonio vital, doloroso y crudo de manera pública, ¡que lograría cambiar algo con mi voz! Y es verdad que yo también lo creía. Pero no he podido. No he conseguido nada. No solo no he logrado ningún cambio a nivel ni político ni social, sino que he visto como se ha utilizado, tergiversado, parasitado e instrumentalizado toda mi vida, mis miedos, mi dolor, mis reflexiones y emociones. Lo único que he conseguido ha sido abrir los ojos a que mucho de lo que llamamos "solidaridad y activismo" no es más que un contenedor de basura encubierto.
MENTIRAS, INTERESES, HIPOCRESÍA Y POSTUREO son las cuatro palabras que definen la imagen que considero describe a la perfección a la gran mayoría de estos activismos que he podido conocer como paciente, víctima y/o superviviente. Todos y cada uno de ellos, en los que me involucré y participé durante más o menos tiempo, me han hecho sentir como una auténtica idiota, como una mosca atrapada detrás de una ventana creyendo que me ayudarían a volar en libertad. Un ayuda que con vergüenza y grandes dosis de auto-culpabilidad he pedido, he mendigado desde niña de manera desesperada.
Pero lo único que he sentido que han hecho ha sido analizar y utilizar mi desesperación, mi lucha y mis estrategias de huida y supervivencia.
Me han observado milimétricamente todos estos años, todos estos meses, mientras yo he permanecido apacible y dócil, educada y comedida en demasiadas ocasiones, recabando y cogiendo fuerzas para unirme a estos grupos "salvadores y solidarios" que creía me brindarían esa ayuda y abrirían esa ventana a esa otra vida. A esa vida que tanto he soñado, a esa libertad que como niña que fui, como mujer y como sujeto de derecho tanto he deseado tener. Pero no, no solo la ventana no se abrió sino que todos ellos bajaron la persiana delante de mis narices, dejándome a oscuras de nuevo. Después de ver mi desesperación durante muchos años, durante muchos meses, buscando la salida e intentando recomponerme cuando mis alas se agotaban de tanto volar en círculos. Me cerraron esa ventana que yo tenía como meta, me dejaron completamente sola como siempre había estado, como realmente siempre estuve. Se acabó buscar esa libertad con todos ellos, se acabó la esperanza depositada en todas estas personas y profesionales que me han demostrado con creces que no son lo que dijeron ser.
Esa ventana se cerró después de sentirme exprimida hasta que no he podido aguantar más, hasta que en un último acto de valentía he sido coherente conmigo misma y he decidido no esforzarme más pidiendo, patéticamente, que por favor me abrieran esa ventana. No. Se acabó. He dado media vuelta y me he ido a por otra ventana por la que poder salir a esa ansiada libertad que sí, que a día de hoy, sé que yo también merezco. Todos ellos pronuncian palabras y más palabras, palabras que no son hechos, que tan siquiera en muchos casos llegan a acercarse mínimamente a estas realidades y sufrimientos. Palabras que adornan muchas ideas y teorías pero que no tienen ni por asomo un ápice de correlación con la verdad que se cuece en muchas vidas, incluida la mía. Las palabras el viento se las lleva, dicen, pero a las personas todas estas falsas promesas nos ningunean, nos engañan, nos dañan y nos frenan.
En definitiva siento decepción y tristeza. Los activismos varios al final, no dejan de ser y de hacer todos un sórdido teatro "buenista" en el que unos van como espectadores ( cómplices/alienados), otros como actores involuntarios (víctimas/pacientes/supervivientes), y los críticos (los supuestamente profesionales/ solidarios/salvadores en todas y para todas estas causas) que al final, lo único que buscan estos últimos es alimentar sus grandes egos y como no, muchos de ellos, sus también grandes bolsillos.
Cuando la política y las ideologías entran por la puerta de los activismos, las necesidades de las personas salen por la ventana.
Helga F Moreno
"SI DE VERDAD QUIERES AYUDARME, PRIMERO PREGÚNTAME QUÉ NECESITO"